Yo tampoco confiaba en las policías municipales

Durante dos años he trabajado para entender el funcionamiento y financiamiento de la policía municipal. Lo que experimenté cambió mi forma de ver a los policías municipales para siempre.

Alberto Perez (@albertoppach) | Programa de Gasto Público

Te entiendo. Todos tenemos reservas sobre la integridad de los policías municipales. Es común tener una anécdota, propia o ajena, que nos hace dudar y estar alertas. De hecho, en México es común no confiar en la policía municipal —solo el 55% de la sociedad confía en ellas, el segundo porcentaje más bajo, sólo por debajo de las policías de tránsito según el Inegi—, lo que refleja que en la percepción colectiva no siempre son de fiar.

A ti que incluso te cuestionas la importancia de las policías municipales, déjame decirte que, en principio, hay información que poca gente conoce sobre el papel que juegan en las tareas de seguridad pública. Por ejemplo, las policías estatales tienen más atribuciones que las municipales, las Fiscalías juegan un papel crucial en hacer valer la justicia, y muchas veces las policías municipales operan en condiciones precarias.

Incluso, las policías municipales son más importantes de lo que parece. Hay algunos  ejemplos en el país que dan esperanza para que repunte la confianza en ellas.

La mala percepción no está del todo justificada

He trabajado durante dos años en el ecosistema de la policía municipal. Y sí, al inicio tuve mis reservas, pero entre más conocí su funcionamiento y a sus elementos, entendí que la mala percepción de confianza en los policías no está del todo justificada. Hay aprendizajes que te pueden ofrecer otra visión del trabajo policial en tu comunidad.

Primero, la policía municipal es vital para mantener el orden público. No son los mejor equipados ni tienen los entrenamientos más intensos —y no es su propósito—, pero son los primeros respondientes en emergencias, el contacto principal con la población y, al estar todos los días en el territorio, conocen los retos que enfrentan sus comunidades.

En productividad, tres de cada cuatro puestas a disposición ante el Ministerio Público las realizan policías municipales, superando por mucho a las policías estatales y la Guardia Nacional, que tienen más presupuesto y mejor equipo.

El segundo punto es polémico, pero real: ser policía municipal no es un trabajo atractivo. Un reclamo común es que se necesitan más y mejores policías, pero ante los niveles de violencia actuales y las pésimas condiciones laborales, ¿cómo culpar a la falta de voluntarios o juzgar a instituciones rebasadas por grupos criminales que los amenazan? Aún así, todos los días los uniformados salen a las calles a realizar, muchas veces con éxito, el trabajo que muy pocos mexicanos quieren hacer. 

El alto costo de tener una policía de calidad

El tercer punto es el costo de tener una policía de calidad. Si queremos más patrullas, policías y cámaras, los municipios deben ejercer más recursos, lo que implica cobrar más impuestos y hacer un gasto eficiente. Sin embargo, muchas intervenciones no se implementan porque no hay recursos suficientes para mantenerlas. La inversión en seguridad es urgente a corto plazo, y una presión financiera en el largo plazo si no se planea adecuadamente. En la práctica, las y los policías operan con los recursos que tienen, sin treguas ni contratiempos.

Una vez que entendí el papel que juegan, las condiciones en qué trabajan y los retos de su financiamiento, comencé a ver a los policías de manera diferente. Porque aun con todo esto, es obligación de los municipios proveer seguridad pública.

Aunque diferentes corporaciones aplican distintas estrategias, quiero resaltar el trabajo de Monterrey para, no solo brindar seguridad, sino recuperar la confianza ciudadana en su policía municipal.

El caso ejemplar de Monterrey y su policía municipal

Monterrey, como otros municipios metropolitanos, enfrenta problemas de grandes urbes. La población flotante en la zona centro puede superar el millón de personas en un día, y aunque su policía es una institución consolidada, no logra aumentar su personal. Desde 2022, ingresaron 548 cadetes a la academia municipal, de los cuales se graduaron solo 300, y al último corte, sólo persistieron 78.

Ante esta situación, Monterrey apostó por la dignificación laboral de su policía para revertir el ciclo. Invirtieron en equipamiento —compraron patrullas y cámaras—, pero el eje central fue poner a los policías al centro de su estrategia. Adoptaron el Estándar de Condiciones Laborales de México Evalúa, que propone mejoras en prestaciones laborales, y la Certificación Policial Ciudadana de Insyde, que vincula a la ciudadanía con la policía. Además, fortalecieron el servicio de carrera profesional con ascensos y reconocimientos a policías destacados, como Noema Jacqueline, quien recibió un reconocimiento por su vocación y apoyo a la ciudadanía, incluso fuera de sus funciones.

El caso de Monterrey es emblemático por su potencial de cambiar el paradigma de la policía municipal y posicionarla como una institución de confianza. Sin embargo, no es una experiencia aislada. Las policías de Mérida, Querétaro, Azcapotzalco y Ensenada, por mencionar algunas, son claros ejemplos de un compromiso por dignificar la labor policial y apostar por una nueva forma de proteger a sus elementos, para atraer más talento y fortalecer la seguridad.

La seguridad pública debe ser una prioridad para las administraciones municipales, y como ciudadanos debemos exigir instituciones que nos hagan sentir seguros. Pero también es momento de ver a los policías municipales como vecinos que enfrentan las mismas dificultades que nosotros y cuyo trabajo es protegernos. La confianza es una decisión de cada individuo. No se trata de confiar a ciegas, pero al reconocer que detrás de cada policía hay una historia de vida, comencé a verlos de otra manera. Y hoy, ya confío en los policías municipales.