Un tributo a quienes defienden sus derechos y nuestra democracia
Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero
A principios de año tuve la oportunidad de estar en una conversación con Anne Applebaum. Si no ha escuchado de ella, le cuento que es una periodista y analista muy buena. Está de moda porque a mediados de 2020 publicó su más reciente libro, que se intitula El ocaso de la democracia (Twilight of Democracy). Aprendí mucho de aquella conversación y de la lectura del libro, de lo frágiles que pueden ser las democracias y de la necesidad de contar con coaliciones amplias para sostenerlas. Éstas ideas han resonado en mi cabeza todo el año, y ahora que termina, le comparto lo que pienso.
Lo digo en pocas frases: nuestra democracia se sostiene y se sostendrá en la medida en que haya más mexicanos dispuestos a defender sus derechos. Visto con ese lente, 2021 fue un buen año. No puedo ser exhaustiva en un espacio breve, pero sí me gustaría señalar a aquellos actores de nuestra sociedad que, desde mi punto de vista y quizá sin que ellos mismos lo sepan, forman parte de esa coalición, la que da vida a nuestra democracia.
Comienzo con las y los jóvenes. Son héroes. Me refiero en esta ocasión a los estudiantes del CIDE. Estoy particularmente conmovida con su respuesta ante la imposición de un director que no entendió a la institución, ni quiso hacerlo. Llegó como cruzado, no como académico, a imponer su religión, una visión de lo que debería ser el trabajo de quienes ahí laboran.
Para mí esto y no otra cosa es el sustento de la democracia: ciudadanos que se saben poseedores de derechos y que saben ejercerlos.
Del listado de acciones del presidente o de algunos de sus allegados, el embate contra el CIDE me parece particularmente grave porque atenta contra varios principios y valores de una sociedad libre y democrática: la expresión de ideas; la libertad de cátedra; el espacio de autonomía con que debe contar quien genera conocimiento para no estar influido por ideologías o el poder y sí por el método científico; el contraste de posiciones en un marco de respeto, y la generación de conocimiento, que es la base de la solución a nuestros grandes problemas públicos.
Las y los jóvenes que tienen tomadas las instalaciones de la institución entienden que tienen derecho a educación de calidad, y lo defienden. Porque esto les va a permitir insertarse en distintos circuitos en su ciclo vital. Saben lo que está en juego. Están haciendo una defensa a su derecho de acceso a educación de calidad, que todos deberíamos apoyar de manera más determinada y sonora.
Para mí esto y no otra cosa es el sustento de la democracia: ciudadanos que se saben poseedores de derechos y que saben ejercerlos. Además, esto constituye un cambio generacional y de cultura política muy grande. Porque hemos sido agachones o acomodaticios, indispuestos a defender derechos y, agrego yo, no por falta de ganas, sino porque nos sentimos desposeídos de capacidad para influir.
La baja participación política y en asuntos públicos tiene esa base: la percepción de que la intervención de uno no tiene el efecto deseado sobre el orden político y las políticas públicas. Quitar esas trabas mentales (y reales) implicaría un florecimiento deseable de la sociedad mexicana. Me pregunto si estamos en ese umbral…
El movimiento de mujeres ha sido impactante. En él hay mujeres de distintos orígenes, ideologías y perfiles, como lo demostró la marcha de aquel que parece lejano marzo de 2020. En este movimiento hay espontaneidad, pero también organización. No hay partidos políticos en el centro movilizando para sus causas; más bien están bastante al margen porque no entienden la agenda. Habrá porros y agitadores como en cualquier movimiento tratando de beneficiar a su patrón político y capitalizarse a partir de él. Pero ésta es una muestra de movilización madura, por temas tremendamente importantes que también están relacionados con la agenda de derechos. El derecho a una vida sin violencia de cualquier tipo, igualdad de condiciones para acceder a oportunidades de educación, empleo, salarios.
Estuve en aquella marcha y fue atípica. Quisiera decir, acorde con los nuevos tiempos.
Lo advertí: en este 2021 hay tantas cosas que reconocer que no alcanza el espacio, pero no podría cerrar esta columna sin mencionar y rendir un pequeño homenaje a los padres de familia que pelean por medicamentos para sus hijos con cáncer. Son coaliciones locales que han aprendido a conectarse con coaliciones globales por el servicio de salud que está garantizado en nuestra Constitución. Que se han atrevido a interpelar a un presidente que es agresivo con quienes lo interpelan y aún así se sostienen. Son valientes porque no tienen alternativa. Y esa valentía puede derrumbar el aura de infalibilidad de los políticos lo que puede invitar a participar a otros.
Cuando tuve la conversación con Applebaum me quedé meditando sobre quién o quiénes podrían formar parte de esta coalición en la defensa de nuestra democracia. Después de casi un año, para mí ahora es evidente: somos usted y yo y todos los mexicanos que estamos dispuestos a defender nuestros derechos sin cortapisas, los que forjamos el sostén de nuestra democracia.