Subsidiar energías fósiles: un ‘orgullo’ nacional…
Por Ana Lilia Moreno (@analiliamoreno) | El Sol de México
En su quinto informe presidencial, López Obrador confió en que para el próximo año México deje de importar gasolinas y diésel, para que “procesando aquí el petróleo crudo, se logre mantener precios bajos de combustibles en beneficio de los consumidores”. Asunto muy difícil de cumplir. Hoy México importa el 55.2% de sus gasolinas, y en el corto plazo no se avizoran alternativas para sustituir tales importaciones completamente, pues la refinería Olmeca aún está en construcción y en fase de pruebas, y la de Deer Park tiene compromisos de ventas a otros clientes en otros países, hasta 2025. Por el lado de los precios, el presidente afirma que no han existido aumentos en este sexenio, al tiempo que señala con orgullo los subsidios que su gobierno ha otorgado a los energéticos. Sin embargo, los datos del INEGI –componente de energía del Índice Nacional de Precios al Consumidor– revelan que entre 2019 y 2023 el aumento promedio en el mercado de las gasolinas ha rondado el 16.6%. ¿Qué implicaciones tiene esto?
El Objetivo 7 de Desarrollo Sostenible (ODS), al que México está legalmente comprometido, busca asegurar que todas las personas tengan acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna para 2030. Sin embargo, un informe de seguimiento elaborado por IRENA y la Agencia Internacional de Energía, prestigiosas agencias multilaterales en energías renovables, indica que el ritmo actual no es suficiente para alcanzar esta meta, ya que el progreso varía significativamente entre países (México, de hecho, está retrocediendo). Un obstáculo formidable para el logro del ODS 7: la falta de voluntad política para, de verdad, impulsar una estrategia nacional de transición energética. En el quinto informe apenas se le dedicó un párrafo en la página 396.
La pandemia de covid-19, la invasión de Rusia a Ucrania, la guerra comercial entre China y Estados Unidos y los subsecuentes aumentos de precios de los energéticos no han hecho más que añadir obstáculos, pero no deben ser un pretexto. Países como el Reino Unido han logrado mejorar sus perspectivas de adopción de energías renovables y sistemas para la eficiencia energética. Entretanto, el observatorio mundial Climate Action Tracker ubica a México entre los países cuyos esfuerzos para la transición energética son críticamente insuficientes. En ese club se encuentran Rusia, Turquía e Irán.
No es un problema encapsulado. Los crecientes subsidios a los combustibles fósiles representan ya el 7.1% del Producto Interno Bruto mundial, superando lo destinado a educación. Tales subsidios han llegado a sumar 2 billones de dólares, como informó recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI). Desde México Evalúa hemos observado que entre 2019 y 2022 el Gobierno federal ha transferido a Pemex 772 mmdp para su rescate financiero.
Con todo, los subsidios a los combustibles no reflejan todos los costos. Los ambientales, por ejemplo, no se contabilizan como las cargas financieras que son. Allí están los daños a la salud por la contaminación atmosférica y los efectos del calentamiento global, como desastres naturales y sequías. Por eso, aunque usted, querido lector, sienta un alivio en el bolsillo al cargar su tanque de gasolina, los subsidios en realidad nos cuestan lo que no está escrito, pues incentivan un mayor consumo sin compensar los daños a la vida y al planeta éste ocasiona.
Urge explicar mejor todo esto, y abordar con eficacia la transición hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles, que incluya una política de compensaciones específicas y temporales para los grupos más vulnerables. El próximo plan de gobierno debe centrar su estrategia en este sentido, gane quien gane en 2024.