¿Somos indiferentes con quienes se quedan atrás?
Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero
En este país se anuncia una profundización de nuestras diferencias. No todo tiene que ver con un presidente que las acentúa en los hechos y en la retórica todos los días. Tiene que ver con la realidad, con los cambios globales, las innovaciones tecnológicas… Tantas cosas, que veo con enorme preocupación que este país se va a dividir todavía más. Si pudiera verlo en una imagen, como fotografía, sería un barco que zarpa a un nuevo mundo dejando en la costa a miles con aspiraciones, que no pudieron abordar. Los que no pueden imaginar un mundo mejor.
No creo que haya un problema más profundo en el país que éste. Y es el resultado de un cúmulo de desaciertos. Mala política, peor política pública y un profundo desinterés de un vasto grupo de mexicanos por subir al barco a los que se quedaron fuera. Nuestra realidad social da como resultado una realidad política. Si no nos gusta la realidad política tenemos que cambiar la realidad social.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el organismo que tiene a su cargo la medición de la pobreza y la evaluación de la política social, liberó hace unos días su último informe de evaluación. Es un informe de una institución del Estado mexicano que cumple con la función de procesar información de alta calidad con metodologías que siguen altos estándares, para proveer información sobre el desarrollo social del país. Mide a aquéllos que se han quedado en la orilla, siguiendo la imagen que propongo. Los que no han tenido el acceso a derechos, al ingreso, a las oportunidades laborales que les permitirían subirse al barco que zarpa hacia mejores niveles de vida.
La medición del Coneval es única en su tipo (ejemplo de buena práctica, por cierto) porque mide la pobreza como suele hacerse: a partir del ingreso, pero incorpora otras dimensiones que se relacionan con el acceso a derechos. A los gobiernos que nos les gusta que se les juzgue ni que se les mida. Han criticado la metodología por ser “exigente”, reclaman que los ingresos no siempre se reportan adecuadamente, que las mediciones fallan por problemas en la metodología. El gobierno de Peña Nieto buscó cambiar algunos raseros de la medición e incluso los cuestionarios de le encuesta ingreso-gasto de los hogares levantada por el Inegi, que sirve como insumo para la elaboración de los indicadores de pobreza en todos sus componentes.
Es llamativo que el Coneval no haya sido blanco de los actuales ataques gubernamentales, siendo que sus reportes y hallazgos dan en la línea de flotación de un gobierno que se dice para lo pobres. Es un misterio que no se haya ensañado con quien reporta la medida de su fracaso. México es un país con más pobres luego de la llegada de esta administración y de una pandemia que dio con todo a la población más vulnerable. La población en situación de pobreza aumentó de 41.9% a 43.9% del total de mexicanos.
Un país con casi la mitad de su población en pobreza en un contexto de cambios económicos y tecnológicos profundos, y sin una política disruptiva que cambie tendencias en materia de desarrollo social, plantea un escenario de división…
Uno podría hacer el planteamiento de que el Conveal, su metodología, sus indicadores, son resultado de un proceso de institucionalización que ha implicado que criterios técnicos prevalezcan sobre los políticos. Antes de que se publicara la Ley de Desarrollo Social que dio pie a esta institucionalización, todo era rebatinga: las fórmulas la medición, los insumos de información, las opiniones de los expertos. En este ámbito las cosas se ordenaron de buena manera con el concurso de distintos actores, técnicos y políticos, y hoy podemos saber del estado que guarda el país en la materia. Hay que revisitar este proceso para entender lo que funcionó, para intentar replicarlo en otros ámbitos.
El hecho es que son cada vez más los mexicanos que se quedan en la orilla, y que si seguimos con políticas fallidas no habrá posibilidad de que un nuevo barco los levante en el futuro. Mi preocupación profunda es que las tendencias apuntan al incremento de brechas, y que cada día estás serán menos recuperables. Un país con casi la mitad de su población en pobreza en un contexto de cambios económicos y tecnológicos profundos, y sin una política disruptiva que cambie tendencias en materia de desarrollo social, plantea un escenario de división, de polarización. Real, no imaginaria.
Hay una paradoja política en todo esto: sacar a los más pobres de su condición implica la garantía de acceso a derechos. Los derechos están concatenados: el acceso a unos deriva en el acceso o exigencia de otros. Es un tránsito de población cautiva que espera alguna concesión del gobierno, a una activa que exige. No es sólo una cuestión de ingreso; es un tema de cambio de una condición que permite asumir la ciudadanía. Los políticos que se sirven del poder buscan tener a la población cautiva. Los políticos que usan el poder para servir buscan garantizar el acceso a derechos.
Este país no aguanta a uno más de ésos que se sirven del poder sin que les importe a quiénes dejan atrás.