Sin tregua
Edna Jaime
Cerramos 2012 con una narrativa totalmente renovada en materia de combate al crimen. Pero iniciamos 2013 con los mismos números de asesinatos de la administración anterior. La realidad del país no se transformará sólo construyendo narrativas redondas y atractivas. Se transformará cuando esas narrativas, además de sumar a la población en un proyecto común, se acompañen de acciones de política acertadas, basadas en evidencia y diagnósticos certeros e impulsados por liderazgos efectivos. Sabemos que el gobierno de Enrique Peña Nieto tiene la narrativa y el liderazgo, la pregunta es si cuenta con el resto del instrumental para hacer del suyo un gobierno eficaz particularmente en este tema. Transcurrió ya el primer mes de su administración. Casi el primer tercio de los primeros cien días que se dice que marcan una administración. Los siguientes, por tanto, deben ser de una gran contundencia para que su arranque brioso no quede sólo en eso: una convocatoria amplia y prometedora que se fue, desgastada por las tercas realidades del país.
En la sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública celebrada el 17 de diciembre pasado, EPN formuló su planteamiento en materia de seguridad. Lo dicho fue impecable y recogió una a una las preocupaciones que distintos grupos de la sociedad mexicana habían expresado, ya sea como propuestas o preocupación en este tema.
En primer término colocó al ciudadano en el centro de su planteamiento. Esto que se le reprochó insistentemente al presidente Calderón, el nuevo Presidente lo recuperó con pulcritud. En seguida, EPN se comprometió a reducir los delitos violentos que más afectan la percepción de seguridad y la tranquilidad de las personas: homicidio, secuestro y extorsión. Por lo dicho en ese consejo, la estrategia de seguridad ya no perseguirá objetivos difusos sino cometidos muy concretos enfocados en las personas y su bienestar. También hubo un espacio, y prominente, para los temas de justicia y derechos humanos tan deficitarios y preocupantes en el sexenio que concluyó. En fin, EPN tuvo una oferta de reconciliación que nunca ofreció el presidente Calderón aun cuando tuvo la disposición de escuchar a la sociedad, aunque nunca a rectificar.
Lo que deberíamos escuchar y conocer en los próximos días es cómo esta nueva narrativa empata con políticas y estrategias distintas. Si los énfasis narrativos son tan diferentes, los énfasis en intervenciones y en políticas también deberían serlo y de ello conocemos muy poco. Inquieta que avancen los días y sigamos sin conocer detalles sobre los planteamientos que se han formulado. Siendo el de la seguridad y la violencia temas tan apremiantes que no dan tregua, las respuestas públicas deberían estar marchando a la celeridad con que contamos muertos en el país. Y, sin embargo, las definiciones o no se publicitan o se van construyendo en el camino y con lentitud.
Ahora que las reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal están aprobadas y publicadas es ya momento de desdoblar la narrativa expuesta en proyectos concretos. Comenzando con la propia policía, la gendarmería y los procesos de profesionalización policíaca que se busque emprender. Hubo un aplazamiento de la fecha perentoria para concluir los trabajos de evaluación y certificación de policías, pero ¿qué proyecto viene para transformarlas en serio? ¿Cuál es el proyecto en materia de procuración de justicia? ¿Y los objetivos e intervenciones en materia de prevención? ¿Qué mecanismos institucionales se han planteado para mejorar la coordinación entre dependencias y ámbitos de gobierno? O ¿acaso piensan que las intervenciones de un buen secretario de Gobernación pueden suplir las deficiencias de mecanismos institucionales? ¿Vienen reformas al Sistema Nacional de Seguridad Pública?
Tuve la oportunidad de asistir al Consejo Nacional de Seguridad Pública al que hago referencia. Y compartí con amigos y colegas el ánimo de renovación que el Presidente imprimió a su discurso. Finalmente lo que habíamos planteado se había convertido en agenda de gobierno. Para organizaciones que trabajamos con ese propósito, esto constituía una victoria. Debo también decir que si la forma siempre fuera fondo, estaría tranquila sobre lo que viene en materia de seguridad y justicia. Pero sabemos que las formas y las narrativas, aunque vitales, no siempre implican la sustancia correcta. Este tránsito entre forma y fondo, entre narrativa y políticas concretas es el que se debe realizar ya, para que los mexicanos tengamos las certezas de que existe sustento a lo que se ha planteado.
El Presidente anterior sistemáticamente nos pidió un acto de fe. No importando cómo se comportaran los indicadores del delito, los mexicanos debíamos confiar en que la estrategia se conducía por los caminos correctos. El presidente Peña se ha comprometido con cosas tangibles, como procurar en el lapso de su gestión un México más seguro y en paz, y él mismo ofreció los parámetros para medir su desempeño. Fue alentador para quienes lo escuchamos. Ahora necesitamos saber cómo lo piensa hacer.