Sí se puede penetrar en la cifra negra del crimen
Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero
En los últimos meses en México Evalúa hemos tenido la oportunidad de trabajar con policías municipales, en algunos casos de manera muy abierta. Eso nos ha permitido hacer trabajo de campo con ellos; en otros, la colaboración se ha dado a través de convenios de intercambio de información. Conocer algunas de sus rutinas y procesos, sobre todo alrededor de la recolección y generación de información, ha sido muy aleccionador. Hemos aprendido que existe una veta de información aún no explorada —ni explotada— que podría convertirse en una fuente más de estadística criminal y de inteligencia para el trabajo policial.
Los policías son portadores de mucha información. Son los que saben dónde están los puntos de venta de droga, los esposos golpeadores, los muchachos con conductas que pueden ser problemáticas. Esa información se pierde como el agua en una coladera, por dos razones. Una, no se han diseñado los esquemas que puedan contenerla para luego analizarla y sacarle utilidad. Dos, los policías no pueden hacer mucho con esa información: para que una denuncia pueda abrir una carpeta de investigación penal, tiene que hacerse ante el Ministerio Público. La que se presenta ante un policía puede no tener valor alguno. Ni siquiera se convierte en estadística criminal. Esta fuga o desperdicio de información está generando costos grandes para las víctimas, pues se restringe su acceso a la justicia. Pero también para los ciudadanos, que nos quedamos con información incompleta, y para las instituciones de seguridad, que operan a tientas a pesar de tener información a la mano.
Es hasta que una persona presenta una denuncia y ésta deriva en una carpeta de investigación que la autoridad ‘se hace cargo’, y se genera la estadística criminal. Éstas son las estadísticas que miramos mes con mes, las que decimos que estudiamos y con las que queremos entender el fenómeno criminal.
En 2018 se cometieron 33 millones de delitos. De éstos se denunciaron el 10.6%, pero sólo el 6.8% derivó en una carpeta de investigación: apenas dos y pico millones de casos.
Si le ponemos números a la carencia se ve así: en 2018 se cometieron 33 millones de delitos —según la encuesta de victimización Envipe 2019, que levantó el Inegi—. De éstos se denunciaron el 10.6%, pero sólo el 6.8% derivó en una carpeta de investigación: apenas dos y pico millones de casos. Entre la medición de las encuestas de victimización y la estadística generada por parte de las carpetas de investigación, está la cifra negra del mundo criminal. Un mundo enorme: todos los delitos que no tienen un registro en la estadística oficial pero que, en cambio, sí significan una persona agraviada que prefirió ‘irse con su golpe’ a casa antes de transitar por el galimatías de presentarse ante una agencia del Ministerio Público. En un cálculo costo-beneficio… prefirieron evitar a la autoridad.
Nuestro trabajo con policías en el ámbito local y con la información que se genera a través de las llamadas de emergencia nos permitió concluir que la cifra negra no es tan negra ni está tan escondida. Es asible si trabajáramos mejor la información de las llamadas de emergencia y las denuncias que se reciben a través del 911, el 089 y otros números locales, así como los reportes policiales. Ésta es una riqueza todavía no explorada que podría detonar cosas muy positivas. Las menciono: 1) Nos permitiría tener una mejor medición de la incidencia delictiva pues, como ya he argumentado, hacerlo a través de carpetas de investigación no sólo no es idóneo, es una anomalía. 2) Bien procesada y analizada, esta información podría servir para el trabajo operativo de la policía. A pesar de que podría generar un gran valor, no se traduce en inteligencia ni en insumos para la toma de decisiones. Lograr que esta información sea útil para el trabajo policial, para la prevención del delito y de conductas violentas, podría tener un efecto transformador casi inmediato. 3) Permitiría identificar a víctimas que no se acercan a la justicia penal por desconfianza, pero que no por ello deben quedar desprotegidas.
Permítanme poner el ejemplo de la policía de Zapopan, que a través de las llamadas de emergencia ha podido ubicar a mujeres que han sufrido violencia y que están en riesgo de que ésta escale. A estas mujeres se les ha ofrecido una pulsera de auxilio que tiene un dispositivo de GPS que permite su localización, a la vez que integra un botón de pánico que puede activarse en caso de peligro. Ellas, en su mayoría, no se han atrevido a presentarse en una agencia del Ministerio Público, por temor a ser revictimizadas y a recibir un escarmiento por parte de su agresor. Pero, como se ve, hay otros modos de acercarse al Estado para pedir protección. ‘Pulso de vida’ es el nombre de este programa y es un ejemplo de cómo se puede trabajar con la información que no llega a un MP.
Los invito a conocer este trabajo que lleva el nombre de Llamadas de emergencia y reportes policiales: alternativas para medir el fenómeno criminal. En él hacemos patente nuestra profunda convicción de que los problemas que nos aquejan tienen solución. Espero que logremos convencerlos de ello.