Para romper el ciclo de violencia en Guerrero
David Ramírez-de-Garay (@DavidRdeG) | El Sol de México
Guerrero está atravesando por una etapa que pocos preveían o calculaban. A finales de 2019 la entidad reportó una importante disminución en la tasa de homicidio. Según datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, dicha tasa (que expresa el número de carpetas de investigación por cada 100 mil habitantes) se redujo en un 29% el año pasado. Sólo lo supera Baja California Sur, con una reducción del 50% ..
¿Es excepcional tal descenso en la historia reciente de la entidad? Pongámoslo en perspectiva. Desde que se lleva registro Guerrero ha superado la media nacional y ha tenido cambios significativos. El incremento más importante durante el periodo fue de 305% entre 2004 (tasa de 16.3) y 2012 (66). Los descensos más relevantes se registraron entre 2000 (43.3) y 2004 (16.3), y entre 2012 (66) y 2014 (42.6), con una disminución de 62% y 35% respectivamente.
Desde este punto de vista parece que, en efecto, el registro del año pasado no es algo extraordinario. Pero fijémonos en la trayectoria: a una disminución significativa de la tasa le ha seguido un incremento acelerado. Así que, quizá, sí estamos frente a una oportunidad única: hacer algo para que esta vez la reducción se traduzca en una nueva tendencia que logre sacar a la entidad de la espiral de violencia en la que ha vivido durante años.
Guerrero es una entidad con grandes diferencias entre la sierra, la montaña, la costa y los centros urbanos. Por ello, no parece existir una explicación unificadora para la violencia en el estado. Sin embargo, en esta ocasión hay un factor que puede ayudar a explicar su caída. Desafortunadamente, no es el resultado de una política pública estatal o federal. Especialistas y periodistas han dado cuenta de un factor externo que ha cambiado los incentivos de la violencia: el desplome de los precios de la amapola por la embestida del fentanilo –un potente opioide sintético– y sus derivados en el mercado internacional de la droga.
Es muy pronto para sacar conclusiones sobre los efectos de la fluctuación del precio de la amapola y sus ramificaciones en los diversos contextos de Guerrero. Hacen falta estudios detallados para arribar a una conclusión, y para saber si esta disrupción en el mercado será permanente o es sólo un giro dentro de un fenómeno siempre cambiante. No obstante, esta especie de ‘tregua’ representa una enorme oportunidad para que la sociedad y los distintos niveles de gobierno hagan algo para evitar que la violencia regrese.
Hay que estar muy atentos: los cambios en el mercado ilegal quizá frenaron la violencia, pero también están deteriorando las condiciones de vida de miles de comunidades que dependían del cultivo. Sin opciones legales y sin respuestas desde el gobierno, en estas comunidades se puede incrementar el nivel de vulnerabilidad y, si los incentivos vuelven a cambiar, estar a merced de redes criminales y su constante búsqueda de ganancias ilegales.
¿Estarán conscientes el gobierno federal y estatal de la oportunidad que se les está presentando? Esperemos que sí. La entidad requiere del trabajo conjunto entre gobierno y sociedad para aprovechar la coyuntura y romper con la espiral de violencia. El reto es tan grande que tendríamos que estar pensando en acciones similares a un plan Marshall para rescatar a Guerrero.