Pescando votos y cancelando futuros
Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero
La política debe estar al servicio del ciudadano. Debe ser la arena en la que se dirimen las diferencias y a partir de la cual nos encauzamos hacia la consecución de un proyecto de Nación. No es un choque de gladiadores donde un contendiente vence al otro. Es el espacio del compromiso, de la mediación del conflicto. Es el canal para procesar la pluralidad. Bendita pluralidad.
Hay un tema que debe congregarnos a todos en este espacio que es la política: la educación. La educación es el camino al desarrollo. Es lo que permite que tengamos opciones existenciales, lo que ensancha nuestra capacidad para elegir. Esto es la libertad. No estamos predestinados a un camino. Debemos tener la capacidad de elegirlo. Un buen gobierno debe estar abocado a esto. No sólo a pescar votos para el beneficio personal o de un partido, sino a asegurar que las personas a quienes gobierna tengan opciones, incluso para decirle al propio gobierno: “Contigo, ya no”.
Los últimos años han sido malos para la educación, desde cualquier parámetro. En términos de gasto asignado, la cantidad y calidad han desmerecido. Programas con evaluaciones positivas se han cancelado porque para este gobierno la educación no tiene valor. Y si la tiene, es sólo como proceso para indoctrinar, no para dotar a las personas de elementos que les permitan prosperar, y opciones para elegir, para moverse en la escala social. Por eso las iniciativas oficiales están volcadas a los contenidos del material educativo y a desterrar la “carga neoliberal” en la educación, lo que sea que esto signifique. No hay intención de mejorar la calidad del aprendizaje (que puede medirse en términos objetivos) y la capacidades en los docentes, o de generar comunidades educativas empoderadas para exigir resultados.
De 2020 para acá, más de medio millón de niños y jóvenes han abandonado la escuela. Si la educación es una vía de acceso a una vida mejor, estas personas tienen cancelada esa oportunidad…
En días pasados tuve la oportunidad de visitar la Universidad de Washington y conocer a su presidenta, una mujer latina que tiene muy claras las prioridades. Ella es Ana Mari Cauce. Su liderazgo, fuerte como el de cualquier mujer que ha logrado superar obstáculos en el camino, impulsa la equidad, la diversidad y la inclusión en su comunidad, que no sólo es su universidad. Estos tres pilares la han llevado a desarrollar sendos programas para que grupos subrepresentados accedan a la educación universitaria.
En sus programas no hay cargas ideológicas, sino acciones muy concretas para construir los escalones para que más personas accedan a la educación universitaria. Se jacta de tener los mejores indicadores al respecto. Treinta por ciento de sus alumnos son de primera generación –los primeros en la familia en tener acceso a educación universitaria–, y en uno de sus campus el porcentaje se eleva al 50. La Universidad es un pilar en un clúster muy potente de innovación. Esto como dato para mostrar que ensanchar las avenidas de acceso no demerita la calidad. De hecho, la potencia bajo las condiciones adecuadas.
El México, el Gobierno federal ha cortado financiamiento a centros de excelencia o los ha tomado por la fuerza. Y no ha tenido ninguna acción para mitigar las repercusiones de la pandemia sobre el acceso y calidad de la educación. Esta misma semana mi colega Marco Fernández y los equipos de Educación de México Evalúa y la Iniciativa de Educación con Equidad y Calidad del Tec de Monterrey presentaron hallazgos bastante estremecedores. De 2020 para acá, más de medio millón de niños y jóvenes han abandonado la escuela. Si la educación es una vía de acceso a una vida mejor, estas personas tienen cancelada esa oportunidad. No hay programas o acciones para regresar a estos niños y jóvenes a la educación formal. Pienso en el ejemplo de la Universidad de Washington y de otras muchas en el mundo, que habrían movilizado todos sus recursos para conservar o regresar a estos niños y jóvenes al aula. El aula es el espacio para la superación.
La pandemia, según los estudios de mis colegas, ha tenido repercusiones muy graves sobre los aprendizajes. En México se calcula un año y medio de pérdida. No hay que tomarlo a la ligera. Si eso no se recupera de alguna forma, tendremos a estudiantes con capacidades deficientes y más tarde a trabajadores sin habilidades suficientes para ocupar puestos bien remunerados. Regreso al estado de Washington, sede de las empresas tecnológicas más avanzadas: ahí hay un déficit de personas con habilidades para ocupar los puestos de trabajo que se generan, acá una sobreoferta de mexicanos sin habilidades suficientes. Adivine cuáles serán las repercusiones de la brecha. ¿Cómo la cerramos?
Este tema está en corazón de nuestro progreso individual y colectivo. Sin embargo, nadie en la política se atreve a formular un proyecto basado en él y en las realidades que lo acompañan. Nuestros políticos están centrados en pescar votos sin un para qué reconocible y claro; nadie se propone pescar a este medio millón de mexicanos a los que se les está cancelando el futuro. Es pobre nuestra política. Sin buena política tampoco hay política pública viable.