¿Paralelos?
Las diversas experiencias históricas permiten entender la forma de evolucionar del mundo y el caso de la República de Weimar es particularmente significativo por lo que nos podría decir de México, igual por las diferencias que por las similitudes.
Luis Rubio (@lrubiof) | Reforma
Según apuntó Marx, la historia se repite, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa. Por su parte, Santayana argumentó que quien no aprende de la historia está condenado a repetirla. Repetida o no, es imperativo no ignorar momentos históricos clave para al menos entender los riesgos y potenciales implicaciones de los tiempos que nos han tocado vivir. Ciertamente, las experiencias de cada nación tienen que ver con sus circunstancias particulares y estas no son transferibles a otras latitudes, pero, al mismo tiempo, hay similitudes que siempre es importante elucidar. Partiendo de estos principios, Frank McDonough acaba de publicar una magna historia de la República de Weimar en Alemania entre las dos guerras mundiales: The Weimar Years: Rise and Fall 1918-1933. Lo que sigue son las conclusiones a las que llega el autor y que es imposible no mirar con preocupación por los paralelos, semejanzas y diferencias que entrañan.
“La percepción común de que la ‘Gran Depresión’ condujo al colapso de la democracia de Weimar y llevó a Hitler al poder no es creíble. Estados Unidos y Gran Bretaña sufrieron problemas económicos a menudo tan difíciles como los de Alemania, pero la democracia no colapsó en ninguno de esos países. Esto sugiere que había algo específico en la naturaleza de la crisis política y económica que era peculiar a Alemania…
“En julio de 1932, un total de 13.74 millones de personas votaron voluntariamente por Hitler (de un total de 37.2 millones de votos emitidos). Grupos sólidos de clase media, generalmente el cemento que mantiene unidos a los gobiernos democráticos, decidieron apoyar a un partido que prometía abiertamente destruir la democracia… El partido de Hitler creció porque millones de alemanes sintieron que el gobierno democrático había sido un monumental experimento fallido. A estos votantes, Hitler les ofreció la visión utópica de crear una “comunidad nacional” autoritaria que acabaría con el aparente caos y la inestabilidad del gobierno democrático y proporcionaría un liderazgo fuerte…
“Hubo dos aspectos de la Constitución de Weimar que sin duda contribuyeron al fracaso de la democracia. El primero fue el sistema de votación, basado en la representación proporcional, que otorgaba escaños al Reichstag en proporción exacta a los votos emitidos en las elecciones. En Alemania este sistema no funcionó. En julio de 1932, 27 partidos políticos participaron en las elecciones, abarcando todo el espectro político y cada uno de ellos representaba una clase o grupo de interés. Estos partidos tan diversos reflejaban las amargas divisiones en la sociedad alemana e hicieron que la tarea de crear gobiernos de coalición estables fuera extremadamente difícil, y eventualmente imposible…
“Quienes redactaron la Constitución de Weimar fueron, sin saberlo, culpables de ofrecer un medio para destruir la democracia. Estos eran los poderes especiales que la Constitución de Weimar otorgaba al presidente. Al redactar la Constitución, nadie se percató de que un titular del cargo antidemocrático podría subvertir el poder del presidente. El artículo 48 le otorgaba al presidente alemán amplios poderes subsidiarios en una situación de “estado de emergencia” para nombrar y destituir cancilleres y gabinetes, disolver el Reichstag, convocar elecciones y suspender los derechos civiles…
“Los dos presidentes alemanes de los años de Weimar fueron muy diferentes. El socialdemócrata Friedrich Ebert era un entusiasta partidario de la democracia de Weimar… Paul von Hindenburg era un gran contraste. Era una figura de derecha que había dirigido las fuerzas armadas militaristas de Alemania durante la Gran Guerra de 1914-1918… Fue el presidente Hindenburg quien más que nadie dañó mortalmente la naciente estructura democrática en Alemania. El problema fundamental no fue la Constitución o el sistema de votación, sino las acciones culposas de Hindenburg, quien deliberadamente decidió subvertir el poder que le había conferido la Constitución…
“El verdadero problema al que se enfrentó Hindenburg fue que los tres cancilleres anteriores no tenían legitimidad popular ni apoyo parlamentario. El gobierno presidencial de Hindenburg había llevado a Alemania a un callejón sin salida…
Incluso en el período de profunda crisis política y económica entre 1930 y 1933, durante el período de ‘gobierno presidencial’ autoritario, no hubo ningún intento para derrocar a la República… Los dos ingredientes decisivos en el período de 1930 a 1933 fueron la suprema indiferencia del presidente Hindenburg y su círculo íntimo para sostener el gobierno democrático y el espectacular aumento del apoyo electoral a Adolf Hitler.”
Esta historia se puede leer de muchas maneras. Mi impresión al leerla y releerla fue que ahí había indicios de nuestra realidad pasada y presente —quizá desde el comienzo de la transición democrática— que bien podrían acabar determinando el futuro. Desde luego, la historia no es lineal ni determinística y las cosas evolucionan de maneras distintas en cada nación y circunstancia. Una vista hacia las pasadas décadas muestra lo mucho que ha cambiado México y la infinidad de oportunidades que podrían yacer en el futuro. Pero no sobra guardar en mente que así como confiadamente el país evolucionará favorablemente, lo opuesto no se puede descartar.