¿Nos llevará el tren?
Edna Jaime (@EdnaJaime) | El Financiero
No se apuren, estimados lectores. La pregunta no es metafórica, ni siquiera retórica. En verdad quiero saber si el Tren Maya nos transportará a los destinos prometidos en el tiempo y el costo que se tienen programados. Entenderán que mi inquietud está justificada: la sombra del Tren elevado a Toluca, que no tiene para cuándo arrancar y cuyo costo se ha casi duplicado, se levanta como un mal presagio. Así que volteo a ver los números actualizados –aunque no definitivos– de la megaobra del sureste y comienzo a dudar… ¿Vale la pena? ¿Será rentable? ¿Generaremos o destruiremos valor con ella? ¿O no será que el tren ya nos llevó como con el malogrado aeropuerto en Texcoco, cuya no-existencia la pagaremos todos los mexicanos peso sobre peso? Estimados lectores, permítanme rectificar; ahora veo que mi pregunta quizá sí es metafórica.
En mi colaboración anterior en este diario hablaba sobre el uso desmedido que se le ha dado a la adjudicación directa como medio de contratación. No es correcto hacer uso de un mecanismos extraordinario tan indiscriminadamente. Una licitación abierta, si bien no es garantía, sí abre el abanico de posibilidades para otorgar un contrato al mejor oferente, por su experiencia, por su reputación, sus costos y tiempos de entrega. Nos acerca, más que otros procedimientos, a un uso racional y eficiente de los recursos, que son nuestros.
Mi apreciación es que este gobierno está hecho bolas con sus proyectos de inversión. Porque no los ha planeado y preparado correctamente. Porque tampoco parten de un buen diagnóstico. Y porque tampoco se nos ha explicado si esto es lo que el país necesita. Si los primeros pasos de un proyecto de inversión no están bien dados, el resto se convierte en un galimatías que erosiona por completo su rentabilidad y la reputación del gobierno que lo emprende. Es la cruz con la que cargan gobiernos bien dispuestos pero incompetentes a la hora de gestionar algo complejo.
La noticia más reciente, de apenas ayer, fue que se declaraba desierta la licitación para la construcción de la refinería de Dos Bocas. Se restringió la invitación para participar en este proyecto a cuatro empresas con el argumento de que eran las mejores en esta especialidad. Pero las propuestas de estas mejores empresas no se ajustaron en costo y tiempo a lo programado por el Gobierno federal. Y por eso se recurre al plan B: que sea Petróleos Mexicanos quien se encargue del desarrollo del proyecto, como si la empresa estuviera en condiciones de echarse encima un problema más. Se hace uso de la vieja receta: si la realidad no se ajusta al plan, cambiemos la realidad.
En este ámbito las señales son ominosas para esta administración. De lo que conocemos de los proyectos, sobresale la improvisación. Mi recomendación sería que si tienen prisa, por favor paren, empiecen de nuevo y hagan las cosas bien.
Y ya entrados en esto, lo realmente transformador sería constituir un sistema robusto de inversión pública para el país. Que contara en su centro con un órgano técnico especializado que se encargara de definir cuáles son las necesidades en materia de inversión en infraestructura física a partir de diagnósticos bien elaborados, orientados por una visión de largo plazo del país que queremos ser y de cómo podemos llegar ahí.
Un órgano técnico apartado de veleidades y de la enfermedad del cortoplacismo, en el que exista la capacidad técnica para hacer la planeación de las obras, sus proyectos ejecutivos y todo lo necesario para que se ejecutaran con la menor cantidad de contratiempos posible. Esto nos permitiría generar valor a través de la inversión pública, promover el crecimiento de la economía y dar a los mexicanos la infraestructura que necesita para vivir mejor. Es mucho lo que podemos ganar.
Esto no implica que un gobierno no pueda asentar sus prioridades en materia de proyectos de inversión. Simplemente implica que estos proyectos cursen un trayecto en el que se evalúe su pertinencia y que se preparen bien. Una garantía de que nuestros recursos se colocan donde mayores beneficios pueden generar.
Para México Evalúa éste es un tema central. Hemos estudiado la problemática y presentado recomendaciones en dos estudios que los invito a consultar: La Métrica de Transparencia en Obra Pública (MetrOP) y Ojos a la Obra. Estamos convencidos de que las cosas nos pueden salir mejor. Para que nos bajemos del tren que nos mantiene en un lugar indeseado y nos subamos al que nos conduce a un mayor bienestar.
La receta es fácil: si la realidad no se ajusta al plan, cambiemos la realidad.