La FIL, las ideas y el encono
Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara es algo único. Es un símbolo distintivo de un México abierto. Durante 10 días, la literatura, la palabra y demás tesoros del pensamiento se congregan en una feria que se ha convertido en una de las mejores del mundo. Este año la FIL se celebra entre fuego cruzado. Salen disparos de todos lados y a una no le queda más que resguardarse tras los anaqueles y pastas duras de los libros que, suponemos, contienen lo contrario, que es la razón.
El fuego cruzado no es el tema de este artículo, porque no entiendo todas las particularidades de la política ni de la grilla jalisciense. Yo fui invitada a hablar sobre la actitud de los gobiernos frente al conocimiento y la evidencia, en el marco de un tema más amplio: los riesgos por los que transitan las democracias liberales en nuestra época.
Era natural que frente a esta invitación yo hablara del papel de los centros de pensamiento (la mejor traducción que hemos encontrado a think tank) en la formulación de mejores respuestas a los problemas públicos. Tuve que hacer la anotación de que no vivimos en tiempos normales, porque la ciencia, la evidencia, el conocimiento experto está totalmente degradado, y eso impone un reto profundo para quienes queremos aportar ideas a la discusión pública, conocimiento para entender un fenómeno social y evidencia para diseñar las políticas o intervenciones idóneas.
Sin embargo, me queda muy clara la necesidad de ser introspectivos y autocríticos, y no limitarnos a llorar por la decadencia del expertise. Tenemos que entender las causas que llevaron a que el conocimiento técnico sea tan poco valorado. Una conclusión preliminar (que no agota el ejercicio que estamos obligados a hacer) es que debemos hablar menos con el poder y más con la sociedad. Nuestro trabajo, el trabajo de otros colegas, no debe ser unidireccional, de nosotros hacia ustedes, sino lo contrario. Y una alerta más: no esperemos a que las cosas regresen al estado anterior al triunfo de AMLO. No creo que eso sea posible. Ricardo Raphael dice que cuando la pasta de dientes sale de su tubo no hay manera de regresarla a él (no cito textualmente).
Con todo, creo que el papel de los centros de pensamiento siempre es relevante. En muchos países han creado relaciones sólidas y continuas con los tomadores de decisiones que permiten que éstos cuenten con información confiable y oportuna para su trabajo. También es natural que existan conversaciones entre generadores de conocimiento y políticos. Aun así, las respuestas son insuficientes, y la decepción con la democracia se manifiesta. Pienso que esto se debe a la poca flexibilidad con la que se pueden crear y cancelar programas de gobierno. Aquí no existe la destrucción creativa de la que hablaba Schumpeter; más bien se presenta una captura que se sostiene por años. Los programas y políticas públicas permanece estáticos, porque tienen dueños, que no están dispuestos a renunciar fácilmente a sus beneficios.
Veo oportunidades inmensas si sabemos adaptarnos a las nuevas realidades. Porque los centros de pensamiento pueden ser un eslabón entre el presente y el futuro; el espacio en que se vislumbren tendencias y se construyan respuestas…
Pienso que por estos desfases entre la política pública y la realidad social es que se desprotege a ciertos grupos. Las sociedades son dinámicas, pero los programas públicos no lo son. Y de aquí surge el conflicto. Y del conflicto irrumpen los desafíos al orden político. Con esto sugiero que existe una relación entre democracia y la efectividad de las respuestas públicas a problemas diversos.
Hay que reconocer que lo que ha hecho AMLO es insólito. Barrió con distintos programas sociales que parecían muy arraigados. Cualquier técnico en Hacienda hubiera querido mover piezas de gasto social con esa flexibilidad. Pero ni lo intentaron ni se atrevieron. AMLO va a dejar una herencia de programas de transferencias que dejan escaso margen de maniobra a su sucesor, a quien le van explotar las consecuencias de políticas públicas hechas con intuición, pero no profesionalismo (en algunos ámbitos con estragos mayúsculos como en la salud, educación, seguridad…).
Regreso al papel de los think tanks en este nuevo entorno. Veo oportunidades inmensas si sabemos adaptarnos a las nuevas realidades. Porque los centros de pensamiento pueden ser un eslabón entre el presente y el futuro; el espacio en que se vislumbren tendencias y se construyan respuestas. También pueden ser el observatorio de nuestra realidad social, que permita identificar con precisión a los excluidos eternos del sistema.
Debo decirles que también veo riesgos inmensos. Temo que crucemos una raya en la que cada grupo en contienda tenga su propios datos y realidad. De esa forma perderemos un asidero fundamental de entendimiento y con eso la capacidad de conversar. Por eso reivindico el papel de los centros de pensamiento, que deberán de encontrar formas de ser mucho más relevantes para las sociedades a las que sirve.
Y de la FIL digo que aun en el fuego cruzado de estos políticos egoístas, floreció como lo ha hecho cada año. Y constaté que la conversación se da y somos mejores después de ella.