Hoy, la transparencia puede salvar vidas
Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero
Esta semana tendríamos el lanzamiento de la plataforma Infraestructura Abierta, con el que coronaríamos muchos meses de esfuerzo y el anhelo de presentar a todo el país un modelo de transparencia para los proyectos de infraestructura física. La plataforma se habilitó pero, por razones obvias, sin el evento público que habíamos planeado.
Es conocido que en México se invierte poco en infraestructura y se invierte mal. A causa de la corrupción, sin duda, pero también por falta de capacidades para hacer una gestión ordenada y eficiente del proceso. Una plataforma de transparencia no resuelve todos problemas asociados a la mala gestión de los proyectos de inversión, pero ciertamente ayuda a que las cosas se hagan mejor. En Infraestructura Abierta se hará pública información detallada –como estatus financiero, avance físico o acuerdos modificatorios– de todos los proyectos de obra pública de Nuevo León y –ésa es su belleza– de los contratos y contratistas que se relacionan con cada uno de ellos. Algo así no existe en el país.
Este proyecto se trabajó con el gobierno del estado, su ejecutivo, el secretario de infraestructura, el órgano local de transparencia y otras dependencias gubernamentales, así como con organizaciones de la sociedad civil de aquella entidad, en un esquema de trabajo que se denomina Mesa Multiactor. Un esquema de gobernanza de la obra pública que en México Evalúa nos parece muy prometedor, porque permite la intervención de organizaciones sociales, el uso de tecnología y la transparencia para favorecer la rendición de cuentas en obra pública.
La crisis por el coronavirus nos cambió los planes de su lanzamiento, pero esta coyuntura podría darle mayor relevancia a este instrumento. Me explico.
Hace un par de semanas escribía en estas páginas sobre el subejercicio en infraestructura para la salud. En 2019 fue particularmente marcado: de 65%. Mis colegas Mariana Campos y Xhail Balam, en un reciente artículo publicado en Nexos, hacen una disección de las capacidades de nuestros sistemas de salud para atender la emergencia. El punto de partida son los recursos que se destinan al sector y los subejercicios. Ponen el dedo en la llaga.
De nuevo, los datos son llamativos. El IMSS fue la institución de salud que más gastó; aun así el subejercicio en este rubro fue de 68%. En el ISSSTE, del 81%; la Secretaría de Salud, 47%; el Ramo 33, en su clasificación de proyectos de inversión en salud, el 50%.
El subejercicio no es inocuo. Tiene un efecto sobre la capacidad de respuesta de los distintos sistemas de salud, sobre todo de cara a la pandemia. A pesar de ello, no se sanciona. Tampoco acarrea consecuencias si se gasta más de lo aprobado por el Congreso en algún rubro del presupuesto. Las secretarías de Energía y de Bienestar registraron marcados sobrejercicios en 2019. En países con mejores esquemas de gobernanza del presupuesto, esto no sucede. Las leyes acotan los rangos en que estas adecuaciones al presupuesto se pueden realizar y el Legislativo hace su trabajo: vigila. Aquí no tenemos ni una ni otra.
El gasto que se oriente a la salud no debe permitir desperdicios, y para acompañar el diseño y ejecución de estas medidas, sería muy positivo que se enmarcaran en esquemas de transparencia…
Sería deseable hacer los ajustes normativos para que quedaran establecidos los rangos en que se puede cambiar un presupuesto y que también se previeran acciones frente a los subejercicios. Tan o más relevante sería contar con un Legislativo dispuesto a usar las atribuciones que le confiere la ley para servir de contrapeso y control en materia presupuestal. Salvo poquitas excepciones de legisladores muy comprometidos, el resto no se siente llamado a cumplir con esta responsabilidad.
Por eso considero que nuestra recién lanzada plataforma de transparencia en infraestructura y la Mesa Multiactor que la acompaña podrían ser de utilidad en estos tiempos aciagos. Este domingo el presidente presenta su propuesta para enfrenar la crisis sanitaria y la crisis económica, y si ésta es sensata deberá considerar cambios en el Presupuesto 2020 que permita una reorientación radical de recursos hacia la salud y el amortiguamiento de las secuelas económicas del paro de actividades.
El gasto que se oriente a la salud no debe permitir desperdicios, y para acompañar el diseño y ejecución de estas medidas, sería muy positivo que se enmarcaran en esquemas de transparencia como el que se propone en nuestra plataforma. No sobra decir que ésta se diseñó en código abierto para que pueda ser replicada sin costo por cualquier gobierno municipal, estatal o incluso a nivel federal.
Es cierto que esta plataforma y este esquema multiactor de intervención en materia de proyectos de inversión no está hecho para liderazgos obtusos, que tienen la pretensión de monopolizar el espacio de las decisiones públicas. No obstante, estoy segura que hay otros que ven en este instrumento una oportunidad de hacer las cosas mejor, en medio de una circunstancia que les exigirá mucho.
Concluyo planteando la hipótesis de que a mayor transparencia y seguimiento, el subejercicio que se presentó en 2019 hubiera sido sensiblemente menor. En consecuencia hubiéramos estado en mejor condición para responder a lo que se viene. En política pública, hay consecuencias de los errores. Mal haríamos si no aprendemos de ellos.