Homicidios: hay que focalizar las batallas
Edna Jaime (@EdnaJaime) | El Financiero
Dos muy buenos analistas en materia de violencia, Carlos Vilalta y Alejandro Hope, lo han reportado en columnas recientes: el crecimiento de los homicidios en el país se ha detenido y es posible que estemos ante un cambio de tendencia. Vilalta, en particular, explora el comportamiento de los homicidios con armas de fuego y encuentra que, para esta modalidad, el freno ha sido más palpable. Súbito, lo llama. Éstas son muy buenas noticias para el país. Más aún si este cambio se sostiene en el tiempo y logramos entender los factores detrás del descenso para apuntalar una estrategia de reducción de la violencia en serio. Lo único que tenemos claro hasta ahora es que entidades federativas muy violentas en el pasado inmediato lo son menos ahora. Y es muy importante explicarnos el porqué.
En el caso de Guerrero, Alejandro Hope reporta números impresionantes: “En ese estado el número de víctimas mortales disminuyó 44% en abril, en comparación con el mismo mes del año pasado”. Y para sus municipios más importantes, los descensos son marcados.
Hope pone una hipótesis sobre la mesa, basándose en un muy buen estudio de Romain Le Cour y otros investigadores (Noria Research/Mexico Institute, febrero 2019), que asocia el desplome de los precios del opio con la reducción de la violencia en esta región del país. El opio tiene una menor demanda porque los consumidores estadounidenses están cambiando la heroína por el fentanil. Y ese cambio ha provocado que el negocio mengüe y, por tanto, también la violencia asociada a él. Si se confirmara esta hipótesis, a la que le encuentro mucho sentido, el descenso en homicidios dolosos en Guerrero y sus principales municipios estaría vinculado a factores fuera de nuestro control. No hemos dejado de ser como la veleta que se mueve según la dirección del viento. Sin control del timón.
Pero eso no quita la oportunidad de intervenir en algunas comunidades de Guerrero, ahora que la violencia es menor y buscar alternativas para que no haya retorno a la actividad criminal. En el estudio de Romain Le Cour se propone, entre otras cosas, la sustitución de cultivos. Y creo que toda iniciativa que construya alternativas a la ruta criminal debe ser considerada con seriedad.
Pero el mensaje más importante que dejan las cifras es que los homicidios se pueden reducir. Las muertes no son inevitables, ni los números inamovibles. Y que la atención a los puntos más violentos del territorio pueden traernos menos muertes en un lapso corto. El caso de Guerrero es particular por lo que acabo de comentar, pero sí plantea la necesidad de focalizar esfuerzos. De atender de manera prioritaria los puntos críticos e intervenir a partir de diagnósticos bien sustentados. No tengo duda de que se requerirán múltiples instrumentos, no sólo de reacción. Sí, debemos fortalecer a las instituciones de seguridad y justicia, pero mientras éstas maduran, algo se puede hacer.
La idea de focalizar no es popular en este gobierno. Gran parte de los programas sociales planteados tienen o pretenden una cobertura universal. Y en un diseño que pretende la universalidad, suelen escaparse aquellos segmentos de la población que más lo necesitan. La focalización, en cambio, va dirigida a las poblaciones que más requieren la intervención, aunque este esquema no está exento de errores, ciertamente.
El presidente va a destinar este años casi 250 mil millones de pesos a sus programas prioritarios. Los que prometió en campaña. Me pregunto qué efecto podría tener sobre la violencia homicida la opción de destinar estos recursos y programas a las zonas más críticas del país. No se trata de tirar el dinero, sino aplicarlo a programas o proyectos que cambien la ecuación. Que abran en abanico de posibilidades para que la carrera criminal no sea la más rentable de todas. La crisis del amapola es una oportunidad en algunas regiones, sería un pecado no aprovecharla.
En el portafolio, el presidente tiene programas destinados al campo, becas, subsidios para jóvenes, para universidades, entre otros. Bien podría ajustar este portafolio a las necesidades de las regiones más violentas del país. El presidente ha hecho un esfuerzo descomunal para juntar los recursos que permiten financiar a los programas. Sería costosísimo que sus inversiones no dieran resultados. Y puestos en esta tesitura, considero que toda inversión que salva vidas es la mejor posible. Por eso, invitaría al presidente a reconsiderar sus programas y el destino de los recursos que piensa destinar.
Hay que reconocer que para abatir la violencia se necesitan muchos instrumentos… y buena suerte. Pero es hora de que dejemos de depender de la suerte, de los hábitos de consumo o de las preferencias de terceros para resolver lo que sucede aquí. ¿O no?