¿Hay diferencias?
Edna Jaime
La estrategia de Peña se seguirá pareciendo a la de Calderón por mucho tiempo más.
La realidad nos presenta paradojas. Hace poco más de seis años, Felipe Calderón intervino en Michoacán con fuerzas federales ante el llamado de auxilio del entonces gobernador. Enrique Peña hace lo mismo hoy ante un ambiente de inestabilidad e ingobernabilidad en ese trozo de territorio mexicano. Entre un periodo y otro hay una línea de continuidad: el creciente deterioro de la entidad. Ni el auxilio federal en las épocas de Calderón ni los recursos invertidos en rubros de seguridad ni la estrategia para desestructurar y desmantelar a los grupos del crimen organizado tuvieron repercusión sobre el estado de cosas en la entidad. El ex presidente Calderón solía utilizar un contrafactual para defender su estrategia, imaginen, decía: “Qué sería del país si no hubiera intervenido con la determinación con que lo hice”. Y, sin embargo, Michoacán difícilmente podría estar peor.
Hoy la nueva administración se ve obligada a intervenir en Michoacán. Y muy a pesar de que hay una retórica de ruptura y distancia con la estrategia de seguridad del gobierno anterior, se siguen los mismos pasos de aquélla, casi como receta de cocina. Las fuerzas federales intervienen en la entidad, como hace seis años lo hicieron bajo la instrucción de otro Presidente. Este es el eje principal de la intervención actual. La pregunta es si las acciones subsecuentes tendrán otro matiz, si estarán inspiradas en un entendimiento distinto de lo que puede traer seguridad perdurable para la entidad o si de plano serán una reacción ante una situación de emergencia, sin plan o curso de acción posterior.
A mi parecer el problema de Michoacán —como el del país en su totalidad— es de una profunda debilidad institucional. Y mientras no se defina el problema en estos términos será difícil que la paz y la gobernabilidad retornen al estado. El ex presidente Calderón lo tuiteó en la semana: “No se solucionará inseguridad en Michoacán, mientras gobiernos locales sigan negándose a depurar policías y MPs penetrados por el crimen”. Y tiene razón en lo que escribe. Sin embargo, no reconoce en su mensaje que, sin quererlo, tuvo responsabilidad en el resultado que reprocha a las autoridades locales.
En la administración anterior se gestó una relación simbiótica bastante perversa entre la federación y los estados que demandaron auxilio. La presencia federal servía para contener el problema inmediato, pero también inhibía las transformaciones institucionales que eran necesarias. Tamaulipas, el propio Michoacán al igual que otras entidades aprendieron a coexistir con la presencia de las fuerzas federales. No construyeron capacidades propias, sino que las pidieron prestadas. Y de lo ajeno viven y siguen dependientes. Por ello es tan difícil transformar la estrategia, si por ello entendemos el repliegue del Ejército en las tareas de seguridad. Por eso, la estrategia de Peña se seguirá pareciendo a la de Calderón por mucho tiempo más. Lo notable, desde mi punto de vista, es que ya bien encaminada la administración actual no exista todavía un planteamiento que haga posible romper con esta relación simbiótica. No lo hay a nivel nacional, tampoco para Michoacán.
Michoacán vivió por mucho tiempo una paz mafiosa. Un equilibrio en el que instituciones muy débiles fueron colonizadas por grupos criminales, silenciosamente. Lo que el estado requiere es recuperar la paz, pero con un sustento distinto. Requiere fortalecer a las instituciones de seguridad y de justicia, pero también recuperar la autoridad que se cedió a los grupos criminales. Estamos frente a la tarea de reconstruir al estado en la demarcación porque lo que se vive en muchas de sus regiones es una condición cercana al estado de naturaleza hobbesiano. Esa reconstrucción no puede fincarse en la mera intervención de las fuerzas federales. Inclusive, como argumentaba, esta presencia aunque bienvenida por el grado de deterioro de la entidad, puede limitar o inhibir la reconstrucción de la institucionalidad si no hay un entendimiento correcto al momento de diseñar una estrategia.
El gobierno federal ha sido equívoco, hermético, respecto a los componentes de su estrategia de seguridad. Y lo que en un primer momento parecía atractivo de su narrativa, hoy desespera por su falta de correspondencia con decisiones y acciones concretas. Michoacán lo está obligando a definirse y en las próximas semanas veremos si hay sustancia o sólo retórica en esta materia. Hace seis años el estado obligó al entonces presidente Calderón a definirse por un rumbo de acción, para confrontar un problema que se manifestaba apenas en brotes y de manera incipiente. Sus decisiones marcaron su administración y al país para siempre. Otra vez Michoacán acorrala a la nueva administración. Veremos si tiene con qué enfrentar el desafío.