En cuarentena con el enemigo
Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero
Miles de mujeres salieron a marchar el 8 de marzo o pararon sus actividades el 9 para protestar y exigir una vida libre de violencia. Muchas de esas mujeres permanecerán ahora en sus casas para protegerse de la emergencia sanitaria. Los hogares en México, sin embargo, no son lugares seguros para ellas. Esto es, en esta cuarentena muchas convivirán 24/7 con su agresor.
No es nuevo que el ámbito doméstico es riesgoso para las mujeres. Lo ha sido siempre. En 2018, según datos del Inegi, el 25 % de los homicidios de mujeres ocurrieron en la vivienda y el 22 % fue perpetrado por la pareja. Información más fina sobre la dinámica de relaciones en los hogares, la ofrece la Encuesta del Inegi que lleva ese nombre y se conoce mejor por su acrónimo: la Endireh. En este 2020 comenzaron los preparativos para el levantamiento de una nueva edición de dicho instrumento, cuyos hallazgos ya son muy esperados pues alimentarán con información valiosa los debates de política pública en la materia.
Por la Endireh 2016 sabemos que el 67 % de los casos de violencia familiar contra las mujeres ocurrió al interior de su hogar. Y que 4.8 millones de mujeres mayores de 15 años enfrentaron al menos un incidente de violencia en el ámbito familiar.
De ese total, 1.3 millones sufrieron una agresión física. Casi 600 mil recibieron patadas o golpes con el puño y más de 100 mil fueron atacadas con navaja, puñal o arma de fuego.
De los casos de violencia familiar, los agresores más señalados son los hermanos (25 %), el padre (16 %) y la madre (14 %). Mientras que los principales agresores sexuales son los tíos y los primos.
El presidente de la República tiene una idea muy romántica de la familia mexicana. En su pensamiento mágico, nuestras familias son un núcleo que acoge y protege.
La mayoría de las mujeres que reportaron experimentar violencia física o sexual en el hogar, NO acudieron a ninguna institución o autoridad. La desconfianza, el miedo a las consecuencias, no saber cómo y dónde presentar una denuncia son las razones que esgrimen para guardarse su agravio. Y esto hace más grande el problema. Si no hay reporte del incidente, la autoridad no responde. Pero si la autoridad no impulsa con mecanismos que promuevan y faciliten la denuncia y ofrezcan protección, ésta no va a ocurrir. Así se cierra el círculo y nos aseguramos de que nada positivo pase.
El que estemos en una emergencia sanitaria no excusa la atención de estos problemas, que pueden agravarse en estos tiempos de estrés y de confinamiento.
El presidente de la República tiene una idea muy romántica de la familia mexicana. En su pensamiento mágico, nuestras familias son un núcleo que acoge y protege. Y las mujeres son soporte porque se ofrecen con abnegación a las tareas del cuidado de sus integrantes. Le falta al presidente reconocer que en estos núcleos también se perpetran las peores violencias, y el Estado está obligado a intervenir para frenarlas y eventualmente resolverlas.
Al presidente le pasó de largo el #8M y el paro del 9. Y creo que con sus planteamientos en una mañanera reciente, en la que hace alusión al estereotipo de mujer abnegada, nos pintó un violín a todas, premeditadamente.
La pregunta relevante para las semanas que vienen es dónde queda la demanda y la agenda para proteger a las mujeres de la violencia. Si tiene algún espacio en estos tiempos de contingencia. Porque la violencia contra las mujeres no toma descanso.
En febrero del 2020 se registró un incremento de 13.5 % en las carpetas de investigación por homicidios de mujeres (incluido el feminicidio) respecto al mismo mes de 2019. En este mismo periodo las carpetas de investigación por feminicidio se incrementaron un 31.4 %, al pasar de 70 casos en febrero de 2019 a 92 en el mismo mes de 2020.
Las lesiones dolosas contra las mujeres también tuvieron un incremento de 5 % durante el periodo analizado. Y las denuncias por violación incrementaron en 14.3 %, al pasar de mil 310 casos a mil 551 en febrero de 2020. Sabemos que en este delito existe un subregistro de más del 99 %.
Hablarle al presidente sobre este tema resulta vano. Y en esta crisis del Covid-19 ha mostrado que su pretensión de liderazgo omnipresente se doblega ante retos que lo rebasan. Por eso considero que una agenda contra la violencia de género debe buscar otros liderazgos y otros espacios donde asentare. Y veo oportunidades en aquellos liderazgos políticos que apenas asoman la cabeza, pero que bien pueden afianzarse si leen correctamente los mensajes de nuestro tiempo y actúan en consecuencia.
De estos liderazgos, los que ocupan cargos de autoridad tienen una oportunidad: que aun en esta contingencia y a causa de ella, desarrollen mecanismos para ofrecer protección a las mujeres que sufren de violencia, sobre todo en el ámbito familiar.
Porque muchas mujeres convivirán con sus agresores en estos días de guardar. Y alguien debe velar por su integridad.