El costo humano de no saber comprar
Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero
Seguimos conociendo noticias de niñas y niños que fallecen a causa de un cáncer que no pudo ser tratado por falta de medicamentos o por su disponibilidad intermitente. Son niños de familias que no pueden costearlos de sus propios bolsos, por ser tratamientos prolongados y muy costosos. La frustración y dolor de los padres han llevado a un puñado de ellos a incursionar en el activismo, en el uso del altavoz y de otros recursos para hacerse escuchar. Escribo estas líneas en solidaridad con todos ellos.
La situación por la que atraviesan estas familias y los niños enfermos tiene responsables. La función de un servidor público y del aparato completo de la administración pública es la gestión y la provisión oportuna de bienes públicos de calidad. Que un medicamento no esté disponible denota que los procesos administrativos y operativos anteriores a la entrega del bien, no funcionan. Y las consecuencias son gravísimas. Son las niñas que, al no recibir a tiempo su tratamiento, perdieron la vida. ¿Cuántas son? ¿Cuáles son sus breves historias de vida? Ojalá que los servidores públicos que les fallaron —y no me refiero a quienes operan decisiones, sino a los que las toman— por lo menos lo lleven en su conciencia. Porque la asunción de responsabilidades y de consecuencias por el mal actuar, todavía no es una costumbre en este país.
Algo está fallando en la provisión de servicios de salud de este Gobierno. No me quiero meter en el manejo de la pandemia, porque no tengo los elementos suficientes para evaluarla. Lo que sí tengo a la mano es evidencia del manejo presupuestal en este ramo. Ya en otra colaboración abordé qué tan crítico fue el subejercicio en el sector en 2019, particularmente en la inversión en infraestructura y en la compra de equipo. Decía entonces que el subejercicio no es ahorro. Para que no confundamos vicio con virtud.
En el sector salud los subejercicios revelan un problema. Puede ser la mala planeación, procesos de contratación de servicios o de compra de insumos disfuncionales, falta de capacidad o inexperiencia en quienes operan programas y un sinfín de razones más. Lo importante es subrayar que el subejercicio tiene como contraparte la no provisión de un servicio público.
En países con buen servicio público, las compras y contrataciones están en manos de expertos. Profesionales que conocen de planeación, de mercados, de cadenas de distribución, entre otras cosas, lo que les permite maximizar el valor de lo invertido.
Los niños con cáncer no recibieron su tratamiento oportunamente porque algo se trabó en el proceso de convertir el recurso público en la medicina que necesitaban. Al inicio de la actual administración se decidió cambiar el mecanismo para realizar la compra pública de medicamentos, motivado por sospechas de corrupción en la cadena de compra y suministro. Y, dados los resultados, no parece que el nuevo mecanismo sea el idóneo, ni que se haya puesto al frente de tal responsabilidad a personas preparadas.
En países con buen servicio público, las compras y contrataciones están en manos de expertos. Profesionales que conocen de planeación, de mercados, de cadenas de distribución, entre otras cosas, lo que les permite maximizar el valor de lo invertido. Ésa es su obsesión. Ésa debería ser la obsesión de los nuestros.
En México Evalúa hacemos un seguimiento mensual de las finanzas públicas. Se puede consultar en el sitio de internet de la institución, bajo el nombre de Números de Erario. Éste es un buen mecanismo no sólo para evaluar la sostenibilidad de las finanzas públicas, sino también para dar seguimiento al gasto e identificar a través de su ejercicio cuándo existen problemas.
En el primer semestre de 2020 el gasto en la función salud se quedó corto en 4% respecto a lo programado, a pesar de la crisis en el suministro de medicamentos, a pesar de la pandemia. No sólo eso: el gasto de este semestre es 1.7% (4.2 mil millones de pesos) menor al del mismo periodo del año pasado.
El rubro específico de compra de medicamento presenta indicadores que preocupan, sobre todo cuando se ponen en la perspectiva de las historias de aquéllos que han padecido por la falta de medicamentos e insumos básicos. No sólo son los pacientes los que resienten la escasez, también lo es el personal médico que no puede hacer su trabajo sin lo necesario.
El presupuesto anual en medicamentos para este año asciende a 86 mil millones de pesos. Incluye el presupuesto del IMSS, ISSSTE, Secretaría de Salud, la Sedena y la Secretaría de Marina. A junio de este año se habían ejercido 27 mmdp, lo que representa un avance del 31%. El rezago es adjudicable en buena medida al subejercicio que presenta el ISSSTE, que es más del 40%. En el agregado, el gasto en medicamentos es 4% menor al del año anterior.
El periódico El País publicó en febrero de este año “Tres historias de cáncer infantil en tiempos de desabasto de medicinas en México”. Estos relatos deberían movernos para exigir más. Lo resumo en tres temas: buenas leyes —se está discutiendo ahora una reforma a la ley de adquisiciones—, profesionales en la toma de decisiones y, sobre todo, responsabilidad. No podemos seguir conociendo estas historias sin que los que están detrás de ellas, por su negligencia, se hagan responsables y asuman las consecuencias.