Otra racionalidad
El gobierno de AMLO opera bajo reglas distintas a las de sus predecesores, por lo que no se puede esperar que responda de la misma manera ni que se apegue a una racionalidad que ya no es.
El gobierno de AMLO opera bajo reglas distintas a las de sus predecesores, por lo que no se puede esperar que responda de la misma manera ni que se apegue a una racionalidad que ya no es.
Como lo demuestra el caso de Coahuila, no es ideal que los nombramientos en un Poder Judicial tengan un tinte político. Si el presidente del Poder Judicial tiene que garantizar la independencia del órgano, él mismo tiene que ser independiente, y también los magistrados.
¿Podrá el gobierno superar el “equilibrio triste” que atrapa al país desde hace años? Sólo si el presidente aprende a ajustarse a las realidades. Si deja las certezas que le da su entendimiento de las cosas y se dispone a entender la complejidad de este país y de su entorno.
El análisis de cómo estamos una vez transcurrido el primer año de la nueva administración, parece obligado. Porque tanto el presidente como los mexicanos queremos que este gobierno sea exitoso.
Pese a que en México las mujeres representamos alrededor del 51% de la población, aún no logramos mantener esa representatividad en espacios de poder. El ámbito de la impartición de justicia en México es una manifestación muy elocuente de esa circunstancia.
Impactante la facilidad con que el presidente ha desmantelado innumerables instituciones y leyes, pero no distinta a la forma en que se aprobaron las reformas anteriores y esa es la evidencia de nuestra debilidad institucional.
La mano dura no sólo es castigo y represión, también es falta de transparencia. Y en pocos ámbitos de la seguridad pública esto puede comprobarse con mayor crudeza como en las cárceles.
Con la convocatoria al concurso de magistrados en esta entidad federativa, parece que el Poder Judicial quiso darle al Legislativo una cucharada de su propio chocolate, cuando parece que este último ha pretendido minar su independencia… Todo un juego del gato y el ratón.
El presidente ha hecho bien en resistir la presión de los grupos clientelares en torno al presupuesto, pero también debe calibrar los instrumentos redistributivos que ha elegido para cumplir con su promesa de “primero los pobres”.
La nostalgia es mala consejera, pero no por eso deja de ser una realidad política; el problema es que la nostalgia está anclada en circunstancias que son irrepetibles y que, por lo tanto, su recreación sería perniciosa.