Otra racionalidad
El gobierno de AMLO opera bajo reglas distintas a las de sus predecesores, por lo que no se puede esperar que responda de la misma manera ni que se apegue a una racionalidad que ya no es.
El gobierno de AMLO opera bajo reglas distintas a las de sus predecesores, por lo que no se puede esperar que responda de la misma manera ni que se apegue a una racionalidad que ya no es.
¿Podrá el gobierno superar el “equilibrio triste” que atrapa al país desde hace años? Sólo si el presidente aprende a ajustarse a las realidades. Si deja las certezas que le da su entendimiento de las cosas y se dispone a entender la complejidad de este país y de su entorno.
¿Por qué nos propusimos hacer una evaluación de los primeros 365 días de la nueva administración? ¿Por qué apresurarse a lanzar algo que puede ser percibido como un listado lapidario de aciertos y fracasos de algo que es una obra en construcción? Por una razón principal: hace mucho que no teníamos a un presidente …
El análisis de cómo estamos una vez transcurrido el primer año de la nueva administración, parece obligado. Porque tanto el presidente como los mexicanos queremos que este gobierno sea exitoso.
Impactante la facilidad con que el presidente ha desmantelado innumerables instituciones y leyes, pero no distinta a la forma en que se aprobaron las reformas anteriores y esa es la evidencia de nuestra debilidad institucional.
El presidente ha hecho bien en resistir la presión de los grupos clientelares en torno al presupuesto, pero también debe calibrar los instrumentos redistributivos que ha elegido para cumplir con su promesa de “primero los pobres”.
La nostalgia es mala consejera, pero no por eso deja de ser una realidad política; el problema es que la nostalgia está anclada en circunstancias que son irrepetibles y que, por lo tanto, su recreación sería perniciosa.
Los derechos humanos son un territorio casi sagrado. El Estado mexicano y sus instituciones deben encontrar en ellos un límite absoluto a su autoridad, esto es, no pueden hacer nada que los vulnere. Y eso hicieron en el Senado, en la elección de la titular de la CNDH.
Como ciudadanos nos toca tomar responsabilidad para exigir respuestas efectivas contra la violencia y en la atención a las víctimas. Nuestros silencios nos hacen cómplices de lo que hoy ocurre.
El ministro Arturo Zaldívar ofreció una conferencia de prensa en la que asume un compromiso con reformas para erradicar el nepotismo y corrupción en el poder judicial. Lo aplaudo. Pero lastima que no se haya querido pronunciar respecto al caso Medina Mora.