¿Adiós Coneval?

Edna Jaime

En México, no estamos para debilitar instituciones de la calidad y relevancia de ésta, ahora que el gasto social se expande y México, en lugar de avanzar, se atora. Esperemos que los legisladores estén a la altura.

Hay reformas que son necesarias y otras que no se entienden. La reforma del Coneval es de estas segundas. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social es un órgano desconcentrado de la Administración Pública Federal, con autonomía y capacidad técnica para llevar a cabo dos funciones sustantivas para los mexicanos: la primera es evaluar la política social y, muy ligada con la anterior, hacer la medición de la pobreza en el país. El Coneval nos debe interesar a todos. Es una pieza muy importante para mejorar la política pública, pero también es un mecanismo de contrapeso y rendición de cuentas. Al evaluar las políticas gubernamentales, los ciudadanos podemos conocer si los responsables de ejecutarla están cumpliendo con su obligación. Al evaluar la política social, minimizamos su uso político y acortamos los márgenes de discrecionalidad de quienes la ejecutan. De ese tamaño es la importancia de este organismo.

El Coneval entrará en poco tiempo en un importante proceso de reforma. ¿Qué lo justifica? No lo sé. En los círculos académicos, de la sociedad civil y del público interesado se le mira con respeto. Y su trabajo acredita la solvencia técnica y moral de sus consejeros. En los años de existencia del instituto, se estandarizó la medición de la pobreza y se profundizó en el entendimiento de sus causas. Pero también se incorporó en los ciclos de la política pública mexicana el componente de la evaluación hasta el grado de institucionalizarlo en algunos programas. Nada menor. Ciertamente, los resultados de las evaluaciones no necesariamente tienen repercusiones sobre el diseño de la política pública y tampoco sobre la asignación de recursos. Pero esto no es atribuible al trabajo del organismo.

La importancia del Coneval se aquilata aún más cuando miramos al pasado. Éste es la concreción de un esfuerzo por institucionalizar la política social, darle una orientación más técnica que política y dirigirla a resultados. Antes del Coneval, la política contra la pobreza era patrimonio de un Presidente y lo capitalizaba a su conveniencia. Antes del  Coneval, había tantas mediciones de pobreza que los gobiernos escondían su ineficacia en esta confusión.

Siendo reconocibles estos avances, ¿por qué tocarlo? La reforma del organismo se incorporó en la miscelánea de cambios legislativos conocida como Reforma Política. Junto a la creación del Instituto Nacional Electoral y la reelección, se incluyó esta reforma como pieza de un engranaje al que le hace falta ser ensamblado. Porque no se entiende por qué ahí y por qué ahora se incluyó un cambio de esta naturaleza. Me imagino que el legislador que lo concibió supuso que era un componente importante de un sistema de contrapesos y controles al poder del partido en el gobierno. Lo que no ponderó son los riesgos de abrir la caja de Pandora. El mayor de ellos es su politización.

Los consejeros del nuevo organismo serán seleccionados por el Senado y vaya que habrá la tentación de meter mano en una instancia que se caracterizaba por su apartidismo y por su perfil eminentemente técnico. De presentarse este escenario, habremos acabado con una institución clave en nuestro sistema de rendición de cuentas y nuestra democracia.

Lo que nos queda ahora es estar muy vigilantes de los nombramientos. Un elemento clave es no relajar las características de los perfiles de quienes integrarán el nuevo Consejo. El actual se conforma por personas pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y me parece que es un filtro estrecho y hasta injusto con aquellos talentos que no están en sus filas, pero al fin y al cabo, necesario para evitar su politización.

Y como recomiendan mis amigos de la Red por la Rendición de Cuentas para el nombramiento de los integrantes del IFE e IFAI, es imprescindible establecer criterios y procedimientos claros, objetivos e imparciales para evaluar los perfiles de los candidatos. Criterios en cuanto a su trayectoria profesional y experiencia, en cuanto a su autonomía de grupos políticos, etc. La elección tendrá que poder explicarse con base en los criterios definidos.

Ojalá que no perdamos al Coneval en el tránsito a su nueva configuración. En México, no estamos para debilitar instituciones de la calidad y relevancia de ésta, ahora que el gasto social se expande y México, en lugar de avanzar, se atora. Esperemos que los legisladores estén a la altura.