Sobre las balas derramadas en el suelo mexicano
Actualmente, la cantidad de crímenes que se comenten diariamente con armas de fuego –para amenazar o para ejecutar a una víctima– es cada vez mayor, lo que nos permite sugerir que el uso de armas de fuego se ha “democratizado”.
Por: Jonathan Furszyfer (@JonFdr)
Hasta finales de la década de los 90, las armas de fuego eran usadas, casi en exclusiva, por organizaciones criminales. Es decir, rara vez se empleaban para perpetrar delitos comunes. Sin embargo, a partir del 2004 el uso de rifles, pistolas y metralletas se ha expandido rápidamente por todo el territorio nacional, como articulan Layda Negrete y Leslie Solís en un reciente post. Actualmente, la cantidad de crímenes que se comenten diariamente con armas de fuego—para amenazar o para ejecutar a una víctima— es cada vez mayor, lo que nos permite sugerir que el uso de armas de fuego se ha democratizado. Es importante explotar al máximo los datos disponibles para estudiar y ubicar geográficamente este fenómeno, con la finalidad de visualizar cómo evolucionan sus rasgos y así capturar su vertiginoso ascenso a través del tiempo.
Para iniciar esta discusión con una fotografía más completa sobre el fenómeno, el Gráfico 1 incorpora las cuatro clasificaciones delictivas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) que incluyen el uso de arma de fuego. Generalmente, los análisis de violencia se concentran en los homicidios dolosos; sin embargo, es relevante considerar a las lesiones debido a que la intención de herir o matar a una persona “a punta de balazos” forma parte de la misma problemática. En consecuencia, las lesiones y homicidios culposos ofrecen una panorámica más nítida de la violencia al mostrar su frecuencia en el tiempo, a pesar de la cifra negra detrás de los datos.
Para dimensionar lo anterior, tan sólo en el año pasado se registraron, en promedio, alrededor de 43 víctimas diarias por arma de fuego en México.Asimismo, como se puede apreciar a nivel nacional, no sólo los homicidios dolosos cometidos con balas han crecido, sino también las lesiones dolosas.A diferencia de los primeros, estas últimas se han mantenido relativamente constantes desde el año 2009, aunque muestran un alza importante en el 2015.
Para complementar el punto anterior mediante los datos disponibles, en el siguiente gráfico se muestra un comparativo de los delitos cometidos con arma de fuego frente a otros medios de violencia. Sin pretender sumar peras con manzanas, sino con la intención de dimensionar su evolución en el tiempo, la siguiente visualización muestra la agregación de homicidios y lesiones, tanto dolosos como culposos, para las cuatro categorías que ofrece el SESNSP –arma de fuego, arma blanca, sin datos y otros.
A través del gráfico anterior podemos argumentar que es indispensable continuar perfeccionando y homologando los registros de averiguaciones previas, no sólo con la finalidad de evitar que los delitos perpetrados con arma de fuego o arma blanca sean catalogados incorrectamente con la etiqueta “sin datos”, sino para diseñar políticas de seguridad más específicas y efectivas, como explicamos en otra de nuestras publicaciones.Primero, se percibe un comportamiento poco común entre los delitos “sin datos” y “otros”, debido en parte a los cambios en las clasificaciones en el año 2001 y el 2006. Curiosamente, ambas categorías se comportan como un espejo; es decir, al aumentar los delitos “sin datos” bajan los “otros” y viceversa (parecido a un efecto substitución, este patrón posiblemente esté relacionado a falta de claridad en las definiciones de delitos y a la falta de homologación de éstos o, tal vez, a la manipulación sistemática de datos).
Al observar la trayectoria de los delitos con arma de fuego y arma blanca, lo segundo que salta a la vista es que poco a poco los primeros rebasan a los segundos en términos de denuncias y averiguaciones previas, como muestra la siguiente ilustración, desprendida y ampliada de la parte inferior del Gráfico 2. Por tanto, es innegable el notable crecimiento en el uso de pistolas en los últimos 15 años y preocupante que su tendencia se haya revertido hacia la alza a partir del año 2014.
Con base en los resultados presentados hasta ahora, es posible argumentar que el crimen se ha ido profesionalizando en el uso de armas de bajo y alto calibre. Sin embargo, ¿en qué partes del territorio se denuncia con más frecuencia estos delitos y dónde se está concentrando la demanda de armamento? Para responder a esta pregunta, obtuvimos los registros del uso de armas de fuego del SESNSP a nivel municipal. Posteriormente, identificamos todos los municipios que forman parte de las 58 zonas metropolitanas del país y todos aquellos que no forman parte de éstas, para comparar ambas muestras desde una óptica urbanista y delictiva.
No obstante, en ambos municipios, tanto metropolitanos como no metropolitanos, es posible notar un crecimiento constante en los delitos anteriores a partir del año 2014. Entonces, si bien la “violencia armada” está más arraigada a las metrópolis, en prácticamente todo el territorio nacional ésta ha aumentado, sugiriendo que la demanda de armamento no es exclusiva de las zonas más pobladas del país, aunque se concentra más dentro de sus respectivos mercados negros.La evidencia desprendida del Gráfico 4 señala que la violencia ejecutada con balas se observa, principalmente, en las zonas metropolitanas del país y que éstas tienen un comportamiento más volátil e inestable, a comparación del resto de los municipios del país fuera de esta clasificación. Esto puede deberse a que las metrópolis tienen vulnerabilidades particulares que propician los delitos violentos, como son los procesos de urbanización acelerados, una proporción alta de jóvenes entre 15 y 30 años y desigualdad e inequidad educativa y económica, entre otras.
En conclusión, las visualizaciones comparativas de los datos de homicidios y lesiones a nivel nacional, metropolitano, municipal y temporal tienen como propósito canalizar la discusión del uso de armas de fuego hacia los siguientes cinco puntos.
En primer lugar, es innegable que la violencia mediante el uso de armas ha crecido notablemente en los últimos 10 años. Por tanto, debemos comenzar a tomar cartas sobre el asunto lo antes posible, mediante políticas que permitan desincentivar el uso de pistolas, rifles, metralletas y proyectiles de manera eficaz, eficiente y sistemática.
En segundo lugar, se debe identificar con qué medio armado se perpetró un delito y, de esta manera, rebasar las categorías ambiguas de “sin datos” u “otros” que no aportan información pericial suficiente para mejorar el análisis criminológico.
Derivado del punto anterior, en tercer lugar, se deben complementar los tipos de robos (a transeúntes, casa-habitación, negocios, etc.) con violencia y otros delitos mediante la inclusión de las características del arma con la que fueron perpetrados (o si no la hubo). En este sentido, el perfeccionamiento de buenas prácticas de clasificación y homologación de datos delictivos es un elemento indispensable para estudiar la violencia del país con evidencia más rigurosa.
En cuarto lugar, la violencia en el país cada día se especializa más en el uso de armas de fuego, particularmente en entornos metropolitanos. Por consiguiente, es necesario comenzar a buscar soluciones puntuales que permitan mermar los mercados ilegales de armas; descifrar de dónde provienen éstas, y cómo podemos encontrar mejores mecanismos para reducir su oferta y demanda en el territorio.
Finalmente, en quinto lugar, se debe tomar en cuenta en futuros análisis a las lesiones dolosas con arma de fuego y cortopunzantes. Sin lugar a dudas, la información derivada de este delito interpersonal es fundamental para tener una fotografía más completa y panorámica sobre la violencia en nuestro país. En suma, a través de estos puntos y todos aquellos derivados de este continuo debate, podremos ir construyendo mejores estadísticas delictivas, diseñar mejores políticas de seguridad pública y analizar con mejores diagnósticos cómo, dónde y de qué manera evolucionan las diversas facetas de la criminalidad y los mercados de armas en el país.
*Jonathan Furszyfer es Coordinador del área de seguridad de @mexevalua. El autor agradece los comentarios y sugerencias de Edna Jaime y Mónica Ayala.