Cero margen
Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero
Con cero margen estaba el Gobierno de López Portillo en aquel inolvidable 1982. No se trató de un mero problema de flujo lo que provocó que no pudiéramos cumplir con puntualidad el servicio de nuestra deuda, como en un principio se planteó. Problemas estructurales muy profundos impedían que la economía creciera lo suficiente como para servir su deuda y, sobre todo, a los mexicanos.
No estamos ni remotamente en un lugar así en este momento. Pero los márgenes se estrechan y hay que tomar nota de ello. Porque no quisiéramos regresar a ese espacio de imposibilidad (esa abrumadora sensación de no saber por dónde) al que la crisis financiera del 82 nos llevó: cuando se nos acabó el margen de acción y resultaba imposible movernos sin romper con el pasado.
Las señales están aquí, los márgenes de acción sí se están estrechando. El lugar natural para sentirlo son las finanzas públicas. El presidente de la República se ha sostenido en su convicción de mantenerlas en relativo balance, pero no lo ha hecho de una manera sana ni razonable. Los invito a echarle un ojo al análisis que el equipo de Gasto Público de México Evalúa realiza mes con mes en la plataforma Números de Erario. Aquí se desarrolla un relato, a partir de un análisis sistemático y serio, de cómo se han venido debilitando los ingresos del Sector Público y también de cómo se ha deteriorado la calidad del gasto. Y lo que está en medio de estos dos bloques que amenazan con comprimirlo es México.
No hay en el gasto una consideración a la formación de capital, humano o físico, a la promoción de la innovación, nada o poco que permita hacer crecer al país en el futuro. Por eso pienso que el margen se achica.
Los Números de Erario del balance del primer trimestre de 2022 arroja conclusiones muy preocupantes. No estamos en 1982, ni siquiera en 1994, pero nos estamos enfilado a una situación difícil. En estos tres meses –el reporte más reciente de Hacienda– se siente la tensión de un espacio fiscal restringido, en el que se aprieta a los contribuyentes de siempre para lograr recaudación adicional, pero no se integra una fuente sostenida de recursos para el erario federal, no mientras la economía no crezca. Además, en este trimestre ya se siente la urgencia del presidente y de su partido por conquistar más territorio, más clientelas, en la ruta sucesoria, que ya está abierta. Por eso no hay reparo en manejar el presupuesto de acuerdo a esta lógica. Juegan a la prestidigitación, al mover recursos de un lado al otro, sin las precauciones de un profesional de la magia que busca que sus movimientos pasen desapercibidos. Aquí no hay disimulo.
Los proyectos de inversión del Gobierno federal, sus programas de transferencias (las pensiones a adultos mayores, sobre todo), las empresas productivas en el sector energético (a las que quiere salvar a cualquier precio) se llevaron más recursos que los programados en este primer trimestre, a costa de otros programas presupuestarios que se quedaron atrás en el calendario de gasto o que de plano no ejercieron recursos. No estamos cambiando una transferencia directa por un gasto ocioso; estamos dejando de atender a pacientes enfermos, quitando recursos a proyectos de infraestructura para la salud. Se están recortando o eliminando programas fundamentales para la educación. No hay en el gasto una consideración a la formación de capital, humano o físico, a la promoción de la innovación, nada o poco que permita hacer crecer al país en el futuro. Por eso pienso que el margen se achica.
Lo vuelvo a decir, no estamos en crisis. Pero se acotan nuestras opciones.
La crisis de 1982 fue tan determinante que lo que siguió cambió nuestro modelo y estructura económica. Aquella sacudida también transformó al país en lo político, aunque no tanto como algunos hubiéramos querido.
¿Qué escenario se vislumbran para nosotros en el futuro inmediato, el pos-2024?. De entrada, un entorno profundamente retador, en el que innovar en la política pública puede convertirse en el único camino. Así como lo fue abrir la economía a la mitad de los años 80, desregular sectores económicos y restringir la participación del Estado en cuestiones económicas. Los priístas de entonces no querían desmontar la estructura económica que les permitía el monopolio de poder, pero no tuvieron alternativa. Necesitaron innovar para hacer su gestión viable y su permanencia en el poder posible.
Pienso en los candidatos de Morena para 2024 y en lo difícil que se las está dejando el presidente. No recibirán a un país con guardaditos, ni con holgura en términos financieros. Tendrán un margen de acción pequeñito, un espacio fiscal tan limitado que tendrán que caminar como en la cuerda floja, para no fracasar. No sé si los suspirantes que sacarán las garras por el poder estén conscientes de que entrarán en uno de esos cuartos donde las paredes se van acercando y aprietan.
Sean ellos o un candidato de un partido (o coalición) opositor, tendrán el enorme reto de innovar, de sacar agua de las piedras, de hacer mucho con poco con la colaboración de otros (me refiero al sector privado, por ejemplo), construyendo con ello avenidas viables para el desarrollo del país. Quisiera pensar que de la crisis (que todavía no es) vendrá una oportunidad.