Hagamos bien las cuentas: el caso del operativo Escudo Titán

Jesús Gallegos / Animal Político

“Existen tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas” dijo, supuestamente, Benjamin Disraeli. Si bien las estadísticas son herramientas que nos ayudan a comprender el estado y la evolución de un fenómeno, el autor de esta frase nos incita a desconfiar –al menos, a priori– de estas. Y esto es muy razonable porque todos los datos y las estadísticas, sin excepción, son resultado de diversos procesos realizados por personas comunes y corrientes, con intereses y prejuicios (aunque con cierto conocimiento para el manejo de datos). Así como el colmilludo mecánico, aprovechándose de sus conocimientos y con la intención de ganar dinero, puede engañarnos diciéndonos que debemos cambiarle el motor a nuestro automóvil cuando solo requiere un simple cambio de bujías; un experto en manejo de datos puede ingeniárselas para hacer que las estadísticas muestren un magro o buen desempeño según sus propios intereses. Es así como algunos gobiernos torturan o procesan inapropiadamente los datos para obtener estadísticas alegres. Este parece ser el caso del operativo Escudo Titán, puesto en marcha por la Secretaría de Gobernación (SEGOB).

El 29 de enero de 2018, la SEGOB lanzó el operativo Escudo Titán con el objetivo de “combatir la impunidad”. Este operativo consiste en hacer valer más de veinte mil órdenes de aprehensión en algunos municipios violentos como Los Cabos, Chilpancingo, Manzanillo, Tijuana, entre otros. La SEGOB ha declarado (sin explicar el “cómo”) que, gracias a este operativo, disminuyeron los delitos en las demarcaciones donde se puso en marcha. En un informe publicado por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) –con datos al 28 de febrero de 2018–, la SEGOB presume que, en febrero, “[l]a incidencia delictiva total en el agregado de los municipios del operativo Escudo Titán se redujo 8.84 %” respecto a enero. Ni siquiera sabemos cómo, pero Escudo Titán disminuyó la inseguridad. Así lo dicen los datos duros.

Las conclusiones del informe de la evolución de Escudo Titán son un buen ejemplo de cómo algunas sutiles omisiones pueden hacer que las estadísticas muestren que, gracias al operativo, la inseguridad ha disminuido. Esto no significa que los porcentajes del informe sean falsos. Tenemos que en enero se presentaron 13 418 delitos; mientas que en febrero se reportaron 12 232. En efecto, como lo establece el informe, esto representa una disminución del 8.84 %.

¿Dónde está la sutileza? En que enero tiene 31 días y febrero 28; una diferencia nada despreciable del 10 %. Al haber menos días, “todo lo demás constante”, habrá menos delitos. En consecuencia, hacer comparaciones entre estos dos meses es como contrastar peras con manzanas. ¿Cómo compararlos entonces? Existen varias alternativas; una de ellas consiste en observar cuántos delitos sucedieron, en promedio, al día en cada uno de estos meses. Esto es: ¿cuántos delitos sucedieron aproximadamente al día en enero? ¿cuántos en febrero? De esta manera, es posible eliminar algún sesgo producido por la diferencia de días.

¿Cuál es el procedimiento? Sencillo: dividir los delitos entre el número de días del mes, como se muestra a continuación:

De esta manera, sabemos que sucedieron 432.8 delitos por día en enero y 436.9 delitos en febrero. Si consideramos la sutileza de los días, el resultado es el opuesto a lo dicho por la SEGOB: al día, sucedieron 1 % más delitos en febrero que en enero en los municipios donde se llevó a cabo el Operativo Escudo Titán. La SEGOB no tenía nada qué presumir.

Si bien no tenemos elementos para asignar intencionalidad a este manejo de los datos, sí sabemos que la manipulación de la información estadística no es extraordinaria. Entonces, si usted ve a alguien argumentando con estadísticas, ¿qué es lo más recomendable? Pues algo similar a cuando usted (suponiendo que usted tiene automóvil) va al mecánico:

  1. Desconfiar –siempre– de –todas– las estadísticas. Es tiempo de borrar el mito de los “datos duros” y objetivos: quienes los hacen y los procesan son seres humanos (y algunos de estos tienen un gran interés en que usted piense de alguna manera determinada);.
  2. Considerar que el vínculo entre el argumento y las estadísticas sea lógico y claro. Si el mecánico le dice que hay que cambiar la caja de velocidades cuando todo parece indicar que el problema viene del radiador, entonces tal vez lo quieran engañar (porque no hay una relación entre una cosa y otra). De hecho, el argumento de la SEGOB sobre Escudo Titán parece no cumplir con esta condición: una estrategia contra la inseguridad sería, por ejemplo, fortalecer, profesionalizar o dotar de recursos a las policías locales y a los ministerios públicos. En cambio, Escudo Titán, al enfocarse únicamente en hacer valer órdenes de aprehensión, no promueve el fortalecimiento de las instituciones de seguridad pública.
  3. Verificar que la construcción de la estadística sea clara y que “haga sentido”. Mientras sea claro cuáles fueron las fuentes de los datos y cómo se procesaron, usted tendrá más elementos para juzgar si se puede confiar en las estadísticas.
  4. Comparar con otras fuentes o análisis realizados sobre el mismo tema. Si usted desconfía de lo que le dice el mecánico, puede ir a otro para ver si tienen el mismo punto de vista. Lo mismo con los datos: lo mejor es comparar entre diferentes análisis y maneras sobre cómo son construidos e interpretados, para saber si no se está pasando por alto alguna sutileza o consideración importante.

Y si no le interesa hacer todo esto, le sugerimos cumplir, al menos, con el paso 1: desconfiar. Bien ha señalado el gran caricaturista español El Roto: contrario a la creencia de que los datos son el epítome de la objetividad, que éstos, a fin de cuentas, también son opiniones.